«
«Lucila reconoció esa voz al instante y no podía ocultar su sorpresa.
—¿Humberto? —indagó con una gran sonrisa.
—Sé que estás trabajando, pero me gustaría invitarte a mi departamento para que lo conozcas.
—Todavía no puedo creer que tú seas el de la caja de condones —alegó entre risas.